Creo que este embarazo es esta segunda oportunidad (o más bien tercera) de poder vivir esta experiencia de gestación. Cuando quedé embarazada de Elena siento que no pude disfrutar mucho de esa etapa porque pase con miedo de que Elena naciera de manera prematura por tener el cérvix corto. Aparte de que en tiempos de pandemia no pude compartir con nadie esta etapa mas que con Leo y mi familia cercana. Así que desde que me quedé embarazada de Marisol lo he tratado de vivir diferente y teniendo más que nada presente que la vida que gesto no es mía, es única y es otro regalo de Dios que llega y se va cuando el quiere.
Los primeros meses se pasaron lentos por las náuseas y malestares. Puedo decir que no la pase de lo mejor y en ocasiones mi mente me jugó feo y me hice pensar a mi misma que porque me había embarazado de nuevo. Claro, tenemos tan idealizada la etapa del embarazo que sentirnos mal nunca es una opción. Pero una vez cruzado el umbral de esa semana 17 todo cambió. Me sentí mucho mejor y empecé a disfrutar de esta etapa como no lo había hecho la primera vez.
Hice ejercicio, salí con amigas, viajé a otro país, me fui a la playa, festejé como nunca mi embarazo etc. Tal vez eso hizo que los días se pasaran más rápido de lo que hubiera querido. Mi trabajo también hizo que las cosas se aceleraran. Aveces en el trajín del día a día se me olvidaba que estaba embarazada. Igualmente, con Elena aveces poder tener momentos de pausa era imposible, así que eso aceleraba los días aún más.
Para mi el momento más lindo todo el embarazo es poder sentir al bebé dentro de uno. Esta vez con Marisol fue más fácil de percibir esos movimientos. La empecé a sentir por ratos cuando estaba cerca de la semana 16, y no deja de ser de los momentos más mágicos que te puede regalar la vida. Y a medida que iba creciendo, sentirla aún más fuerte es de la cosas que más atesoro del embarazo. Nuestros ratitos mágicos son cuando nos vamos acostar y mientras rezamos le señalo a Leo como se mueve dentro de la pancita. También amo las mañanas cuando nos despertamos lentamente y Leo me abraza por detrás a mí y a Marisol. Y ella se mueve cuando siente su mano en la pancita.
Estamos ahora en semana 33 y ya empiezo a sentir que el momento de conocernos se aproxima.
El otro día una persona me preguntó cual fue mi motivación para ser mamá. Y la verdad es que la pregunta me dejó pensando. Nunca me la había hecho. Aveces asumimos que como sociedad a todos nos toca abordar la maternidad y no es así. Yo nunca fui de esas que soñaban con ser mamás o con tener hijos. La maternidad simplemente llegó a mi cuando el destino y Dios lo decidieron. Porque aunque yo quise que llegara a mi manera con Nacho no fue hasta que Dios quiso.
Así que la pregunta me dejó reflexionando un rato, pero al final entendí que lo que me motivó a ser madre es el amor tan grande que nos tenemos mi esposo y yo. Ese amor tan grande que no nos cabía ya a ninguno de los dos y queríamos verlo plasmado en una persona externa a nosotros, y bueno ahora en dos personas (Elena y Marisol).
Por eso cuando le explico a Elena como nació ella, preparándola ahora que viene Marisol, le digo que es porque mamá y papá se amaban tanto que de todo ese amor nació ella. Y ahora con Marisol, papá y mamá querían hacerle un regalo igual de grande, una hermana, una compañera de vida para que nunca estuviera sola. Porque al final para mi eso es tener un hermano, es el regalo más grande que unos padres le pueden dar a un hijo.
Y por eso en este embarazo cuando pienso en Marisol también inmediatamente pienso en Leo. En todo lo que hemos recorrido juntos y en el amor tan grande que le tengo.
En lo que le insistí que ya era momento de tener otro hijo. Que aunque él quería, aveces siento que estaba esperando el momento perfecto. Lo cual a la hora de buscar un embarazo nunca existe. Si hay algo que he aprendido con el tiempo es que nunca hay un buen momento para tener un hijo. Si uno se espera a que otras cosas estén listas (casa, viajes, nuevo trabajo, etc) para cuando uno quiere tener un hijo ya se pasa el momento.
Y aunque yo quería tomar el paso hace meses, el tenía sus razones para esperar. En eso Leo y yo nos complementamos perfecto. Yo soy de las que toma decisiones apresuradas y le apuesta al destino, mientras que Leo es de los que prefiere hacer pausas, y medita cada paso.
Al final con todo y todo lo decidimos juntos y nos lanzamos juntos otra vez a esta segunda aventura. Y esta vez Marisol vino de un solo, sin tener que esperar mucho, tal vez porque la deseamos juntos, tal vez porque ya era el momento o en fin; porque fue cuando Dios quiso.
¿Y cómo le íbamos a llamar? Con Elena fue fácil, yo siempre había soñado con tener una hija que se llamara así entonces el nombre estaba más que decidido. Pero esta segunda vez no tenía una opción definitiva, empezando porque como los síntomas de embarazo fueron tan diferentes, yo juraba que íbamos a tener un niño. Cuando nos dimos cuenta que era una niña, me costó decidirme y encontrar un nombre que me llenara tanto y me convenciera como con Elena.
Hasta que una noche le dije a Leo: “¿Y si le ponemos Marisol?” Y coincidimos de una vez.
Quiero pensar que Marisol es una bailarina, esa persona que viene a traernos el sol y la luz a nuestras vidas, así como Elena nos llenó de arcoíris cuando llegó después de perder a Nacho.
Ambas con su propia esencia, su propio carácter y su propia energía para completar nuestras vidas.
Fotos por Laura Müller Photography.