Marisol – De cómo la primavera 2024 llegó a nuestras vidas.

Amanecimos el 26 de marzo con 39 semanas y 4 días. Yo llevaba desde la semana 36 en licencia de maternidad y las últimas semanas se me habían hecho eternas. Sentía una que otra contracción pero muy distantes así que seguíamos esperando. La panza ya pesaba y las noches se me hacían eternas porque se me dormían los brazos y me costaba conciliar el sueño. Yo juraba que con todo el trajín que pasé tratando de dejar todo listo en el trabajo antes de irme a la licencia de maternidad Marisol iba a venir parecido a Elena que nació en semana 37 y no podía haber estado más equivocada.

Marisol iba a venir con la primavera. En Alemania suelen relacionar los niños con las estaciones del año. Elena es una bebé de invierno por nacer en enero mientras que Marisol es una bebé primavera. Y siento que esta analogía para Marisol funciona tan bien porque para mí ella vino a traernos el sol en días de lluvia. Marisol es pura luz, es esa emoción que sientes cuando han pasado meses de frío, días cortos y oscuros y de pronto llega la primavera con sus árboles floreados y campos llenos de colores que no quieres que se acabe nunca esa temporada.

Las semanas pasaron y yo sentía que Marisol estaba muy cómoda en la pancita. Ese día fuimos a cita donde la ginecóloga para revisión y todo estaba en orden. La doctora decidió hacer un tacto vaginal y resultó que estaba con 5 cm de dilatación.
“Igual que la vez pasada Irene…” me dijo. “Voy hacer la orden de internamiento para que puedan irse al hospital.”

Esta vez como que lo veía venir…todos en mi familia ya presentían que ese día como tenía cita de control de ahí no pasaba. De hecho mi mamá y mi hermana habían decidido llevarse a Elena desde la mañana hacer mandados presintiendo que ese día me enviaban al hospital.

Yo salí del consultorio algo emocionada, el momento para conocer a Marisol ya había llegado. Esta vez que me dijeran que me fuera al hospital a internarme no me tomó por sorpresa como con Elena que habíamos ido al hospital solo hacernos un monitoreo fetal y según yo ya nos íbamos a la casa pero me dejaron ahí.

Así que salimos de la cita y nos fuimos a la casa a comer algo y alistarnos para ir al hospital. Llamé a mami y le dije que ya nos íbamos al hospital y le recordé los cuidados de Elena mientras estuviéramos en el hospital.

La verdad es que Marisol no se había venido antes porque estaba esperando que solucionara unas cosas pendientes. Como dicen mis colegas del trabajo “Estaba esperando que dejara el rancho acomodado”.

Habíamos recién cambiado de niñera en la casa así que estaba esperando que la nueva se ambientara un poco. Tenía que terminar las últimas sesiones con varias alumnas, hacer unos arreglos y compras para la casa y se espero a que completaramos todo eso. Y por último, se esperó a que Elena estuviera lista. Sí, no me pregunten cómo pero también se esperó a que Elena se acomodara a irse en Buseta, a quedarse un rato más en el kinder, a entender que mamá iba a tener que irse hospital a tener a la hermanita y tenía que dormir donde Opa y Oma. Así que con todo el tiempo que me dio hasta logré hacer un protocolo con notas e indicaciones de cosas que había que tener en cuenta mientras estábamos en el hospital.

Llegamos al hospital alrededor de las 3pm. Rezamos de camino en el carro. Rezar me da paz a mí y hacerlo con Leo me hace sentirme aún más acompañada pero yo también quería poner mi granito de arena para que todo saliera bien.
No crean que Leo y yo hemos rezado juntos toda la vida. Los hábitos se hacen y rezar juntos fue un hábito que establecimos en Alemania porque éramos nosotros solos contra el mundo y eso nos daba paz, nos unía y desde ahí lo seguimos haciendo siempre. No hay noche que no recemos juntos. Y si alguno se queda dormido esperando al otro el que llega de último a la cama reza por los dos.

Al llegar me asignaron una habitación, la 501. Llegó la enfermera a realizarme un monitoreo fetal primero para revisar que Marisol estuviera bien. Me pusieron la pitocina en dosis baja por ahí de las 3:30pm y al rato llegó la ginecóloga con la anestesiologa de su equipo y mi sorpresa fue que la conocía de años.

En ese momento me colocó el catéter para la epidural. ¡Que dolor! La primera vez con Elena, la ginecologa me había convencido de que yo podía sin analgesia pero al romperme la fuente me dolió tanto que tuvo que llamar al anestesiologo de turno. Esta vez obviamente le dije que llevara a la anestesiologa de su equipo y resultó ser una vieja conocida…
“Y Uds como se conocen?” Preguntó la ginecóloga confundida.
“De la vida” – le dije.
Nos habíamos conocido porque teníamos una amiga en común y luego con los años perdimos el contacto. El haberme reecontrado con ella en ese momento para mi fue un detalle de esos que tiene Dios para cuidar de mi porque la verdad me dio más paz y tranquilidad sentir que la conocía.

Debo decir que me dolió bastante la puesta del catéter para la epidural. Me pincharon la espalda y por un momento sentí que la anestesiologa no lo iba a lograr porque la sonda como que no le pasaba… Pero al final todo bien. Me dejó puesto el catéter pero le indiqué que no me colocara la analgesia hasta que me rompieran la fuente.

Las doctoras se fueron y nos quedamos Leo y yo en la habitación tratando de tener un poco de movimiento libre para acelerar el proceso de dilatación. Yo había hecho un playlist con canciones que me habían hecho pensar en Marisol durante el embarazo pero entre tanto al final solo puse una canción en repeat – Brazilian Soul de The Knocks y Sofi Tukker. No sé que tiene esa canción que su ritmo me cautiva, así que hice mis ejercicios en la habitación escuchándola una y otra vez.

Al rato llegó la ginecóloga, me tactó y tenía 7cm. Me subieron la dosis de pitocina y aquí ya las contracciones empezaron a intensificarse. Seguido, ella me preguntó si podía romperme la fuente, así que me acosté en la cama y con ayuda de la enfermera me rompió la fuente y ahí ya empecé a sentir más dolor. Tomamos el tiempo de las contracciones y cuando las empecé a tener cada 2 min la ginecóloga me tactó de nuevo y estaba en 8 cm. Me pidió que intentara pujar con una contracción mientras me hacía el tacto de nuevo. Yo en este junto ya me sentía nublada del dolor que sentía. Sentí como que Marisol hizo un movimiento y la doctora le dijo a las enfermeras que me pasaran a la sala de expulsivo, ya tenía 9cm-10cm de dilatación.

Las contracciones son súper bizarras porque cuando llegan te queres morir del dolor pero entre una y otra hay un periodo de calma donde podes al menos respirar un toque. Por eso es que las relacionan con una ola. Una ola de dolor que cuando revienta regresa la calma hasta que llega otra detrás.

Ya en la sala de expulsivo me pasaron a otra camilla y en 5 pujos nació Marisol.

Recuerdo haber sentido un dolor tan fuerte, mucho más que con Elena. En el primer pujo ya Marisol había coronado y se le veía la cabeza, llena de pelo por cierto. Unos pujos más e hizo su entrada triunfal a este mundo. Esta vez me costó más coordinar la respiración con la contracción y el pujo porque el dolor era muy intenso. Apenas salió me la pusieron en el pecho y tuvimos nuestros minutos de oro. Luego la pediatra la tomó para pesarla y valorarla mientras a mí me cosían mi desgarro.

Cuando terminaron de coserme me llevaron a la habitación y yo recuerdo con Marisol en el pecho decirle a Leo llorando que me había dolido tanto el parto. Escribiendo esto unos días después entiendo que si bien la sensación de dolor se olvida el recuerdo queda. Este parto fue muy parecido al de Elena en el sentido que también fue un parto “conducido” y llegué bastante dilatada al hospital. Todos los partos son diferentes pero al ser el mismo proceso yo ya podía anticipar lo que iba a pasar: pitocina – dilatación – rompimiento de la Fuente – sala de expulsivo. Y creo que haber anticipado lo que seguía más bien me jugó una mala pasada porque me entró miedo al parto. No porque no me creía capaz de parir sino miedo al dolor de parir.

Recuerdo haber estado bastante lúcida y tranquila hasta cuando la ginecóloga llegó hacerme el primer tacto que le dije: “Doctora, ¡Tengo miedo!”
Y ella me dijo: “Si, eso es normal. Las mujeres que han parido más de una vez sienten más miedo porque ya saben a lo que van. Pero usted puede, lo vamos a lograr.”

Creo que las personas deciden repetir un proceso de nuevo porque tuvieron una buena experiencia la primera vez. Creo mucho que este fue mi caso. El parto de Elena no fue perfecto pero tuve mucho apoyo de Leo y de mi ginecóloga. También me sentí muy acompañada por mi familia y amigos que sabían que a la distancia me pensaban y rezaban por mi. Esta vez fue igual. La experiencia con todo y todo fue muy buena y a pesar del miedo que sentía porque ya sabía a lo que iba me sentí acuerpada por la gente que tenía a mi alrededor.

Así que el mejor consejo que puedo dar entorno a la labor de parto es encontrar un buen equipo médico que te apoye y donde sientas confianza. Y por supuesto, una persona ya sea la pareja o un acompañante que este ahí contigo en todo el proceso. ¡Ah, y siempre es bueno practicar las respiraciones! Creo que eso es algo que pude haber hecho mejor en mi labor de parto y con todo el miedo que sentí no lo trabajé tan bien. 

¿Que si hay dolor en el parto? – Sí, lo confirmo una y otra vez. El dolor es algo inexplicable jamás experimentado de ninguna otra forma. Pero pasa, todo pasa.
¿Que a uno se le olvida todo lo que pasó cuando uno ya tiene el bebé? Puede ser. En mi caso no se me va olvidar pero vale 100% la pena.

¡Bienvenida Marisol! Mi sol, mein Frühlingskind (mi bebé primavera).

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