Era lunes 11 de enero y había empezado a sentir un dolo tipo ¨dolor de ovarios¨. Cómo había estado tomando progesterona la mayor parte del embarazo muchos de esos dolores no habían estado presentes. Estaba a punto de cumplir 37 semanas de embarazo y entre el martes y miércoles no pude dormir bien y terminé recostada en el sofá. Sentía como que Elena hacía presión hacia abajo, como si quisiera salirse…
Ese miércoles por la mañana cuando me levanté le dije a mi esposo que mejor llamaba a la doctora y le pedía que me adelantara la cita de control para ese mismo día. Así que, ese mismo miércoles por la tarde nos fuimos donde la doctora para ver a Elena y revisar si todo estaba bien. Elena se veía perfectamente, ya pesaba casi 2800g. Llegó el momento de realizar el tacto para verificar cómo estaba mi cérvix. Creo que es de los exámenes más incómodos por los que uno tiene que pasar. Luego de 2 intentos fallidos, la doctora trato de realizar el tacto una tercera vez, tratando de distraerme para que no pusiera tensa mi pelvis. Inmediatamente sacó los dedos llenos de sangre y me dijo: – ¨Tiene 4 cm de dilatación! Elena ya viene en camino¨.
En ese momento me asusté un poco porque no me esperaba estar tan dilatada tan pronto. La doctora nos recomendó irnos a casa, alistar todo lo que había que llevar al hospital y esperar a que tuviera contracciones más seguidas. A pesar de estar tan dilatada, lo único que tenía era un ¨dolor de ovarios¨ y de vez en cuando sentía una que otra contracción.
Así que nos fuimos a casa emocionados porque ya casi íbamos a conocer a Elena. Recuerdo haber salido del consultorio de la doctora con una emoción porque ya por fin el día de conocer a Elena había llegado. Pasamos al supermercado a comprar algo para cenar y llegamos a la casa alistar todo. Dejamos todo listo y nos acostamos a dormir. Y lo más curioso de todo, es que esa noche dormí super bien y amanecí mejor que nunca. El jueves por la mañana hablé con la doctora y le comenté que me sentía bien y no tenía dolor, por lo que me recomendó quedarme en la casa y seguir esperando. Ese día fuimos mi esposo y yo a caminar por la mañana, almorzamos, volvimos a salir a caminar, tomamos un helado y nada. Por la noche vimos una película y nos dormimos.
El viernes como nada ocurría, la doctora me recomendó ir hacerme un monitoreo fetal al hospital. Así que alrededor del mediodía nos fuimos para el hospital. El monitoreo se veía bien, pero seguía teniendo contracciones muy espaciadas y nada de acción. Al rato llegó la doctora y me realizó el tacto de nuevo para descubrir que estaba en 5-6 cm de dilatación.
¨Ya de hoy no pasa Elena¨ – Me dijo la doctora. Entonces alrededor de las 4 pm me internaron en el hospital y de una vez me pusieron suero con pitocina para acelerar el proceso. Mientras me asignaban una habitación y me colocaban el suero, mi esposo fue hacer todos los trámites burocráticos para el nacimiento de Elena. La doctora muy amablemente se quedó conmigo mientras mi esposo regresaba.
Luego de haber comido algo ligero y de tener por al menos una hora la pitocina, empecé a sentir las contracciones un poco más fuertes, ya no eran sólo dolores en el vientre sino una tensión fuerte que iba y venía. El proceso empezó a ir un poco más rápido cuando llegó la doctora y me preguntó si podía ponerme un medicamento para suavizar el cérvix y luego al rato me pregunto si podía romperme la fuente para que dilatara aún más rápido. Yo confiando en la doctora le dije que sí y bueno; luego de eso el dolor si que se volvió insoportable…
Antes de que naciera Elena, durante un control prenatal le había mencionado a la doctora que yo quería tener en la medida de lo posible un parto sin anestesia. Pero luego de que rompió la fuente, el dolor era tan indescriptible que le dije que había cambiado de opinión y si quería ponerme la anestesia epidural. Cuando eran como las 8:30 pm llegó el anestesiólogo y me colocó la epidural y unos minutos después el dolor volvió al nivel que tenía antes de que me rompieran la fuente. Ya luego de eso estaba completamente dilatada por lo que me pasaron a la ¨sala de parto¨. Ya en este punto yo estaba como en un estado de ¨trance¨ en donde a pesar de tener la epidural, el dolor y la incomodidad por la presión que estaba haciendo Elena no me dejaban pensar en nada. En la sala de partos me cambiaron a una camilla especial para recibir al bebé; y en cada contracción, la doctora me iba guiando para pujar y que Elena pudiera ir saliendo.
Recuerdo en una de tantas conversaciones con la doctora donde yo le decía que aveces no entendía como se sentía una contracción y que no me podía imaginar como iba a salir una persona de mí, ella me comentó algo que luego resonó en mi. Me dijo que el momento de dar a luz es uno de los momentos de mayor soledad en la vida, porque a pesar de estar rodeada de gente nadie sabe lo que estas sintiendo ni cómo lo estas sintiendo. Ahora que vuelvo a escribir la historia de ese día creo que tenía razón. Luego de por lo menos 7 pujos, Elena asomo su cabeza y salió al mundo. Elena lloró apenas salió y las enfermeras la colocaron sobre mi pecho unos minutos antes de que la pediatra la revisara. No puedo explicar todas las emociones que sentí en ese momento al ver a Elena por primera vez. La explosión de emociones es a un nivel tan alto que se vuelve indescriptible, y el shock que uno siente en el proceso es máximo. Mi esposo logró cortar el cordón umbilical y la sostuvo entre sus manos mientras la doctora me cosía.
El proceso de dar a luz es impredecible; nunca sabes como va terminar todo ya que existen demasiadas variantes que entran en juego. Sin embargo, si hay varias cosas importantes que pueden hacer una gran diferencia:
- Hacer un plan de parto y llevar un buen curso prenatal.
Aunque todo lo que pase ese día sea incierto, tener conocimiento sobre esta nueva etapa y el proceso de dar a luz ayuda a tener más tranquilidad y seguridad. Mi esposo y yo dudamos al inicio sobre si hacer un plan de parto era necesario, pero al final lo hicimos y fue la mejor decisión. A veces uno da por sentado que todos los procedimientos se van a realizar de la mejor manera, pero siempre es importante establecer nuestros derechos en cuanto a cómo queremos vivir la experiencia de dar a luz.
- Escoger bien tu médico.
Es importante que haya buena conexión y comunicación con tu ginecólogo/a. Que puedas decirle tus preocupaciones y que puedas preguntarle cualquier cosa y atienda tus dudas. Además, que sea una persona accesible, que si necesitas un chequeo o tienes una emergencia que pueda estar presente para atenderte. Mi doctora siempre estuvo ahí para mí y es algo que se lo agradeceré por siempre.
- Preparar tu cuerpo para dar a luz.
Tu cuerpo está diseñado para dar a luz, sin embargo, realizar ejercicios para fortalecer el suelo pélvico y aprender hacer respiraciones para relajar y pujar nunca está de más. Otro buen consejo es realizar masaje perineal a partir de la semana 35 (Ayuda a evitar desgarres en la zona del perineo y fomenta la elasticidad del tejido perineal para que el bebé pueda salir más fácilmente).
Ese 15 de Enero fue literalmente una página en blanco. Escribir esto me ayudó a recordar todo de nuevo y aveces cuando miro a Elena, revivo todo una y otra vez en mi cabeza. Nada salió como me lo imaginaba; nada salió como pensaba que iba a salir (cómo uno ve en las películas, escucha de historias de otras personas o lee en libros). La historia de Elena, como toda historia de vida, se fue escribiendo segundo a segundo sin nosotros poder predecir nada y fue perfecta a su manera. Y bueno, aquí seguimos escribiéndola día con día. Bienvenida Elena.